Empecemos por los Grammys. Como ya comenté antes, este año era el primero en muchos en el que tenía verdaderas ganas de ver ese evento, y es que habían anunciado un cartel de lujo para las actuaciones musicales: Metallica, Paul McCartney y Ringo Starr reunidos, Daft Punk con Stevie Wonder... y, por encima de todo, los ya mencionados Trent & cía, que encima iban a cerrar el show con un medley. Qué orgullo, qué emocion, qué momentazo se presentaba. Una apuesta en firme por el rock en directo para todo el planeta con tres de mis grandes ídolos comandando el barco y sin rastro alguno de Justin Bieber, Miley Cyrus o Pitbull por la sala. Por fin parecía que las cosas empezaban a estar en su sitio hasta que, el lunes por la mañana, voy raudo a YouTube para ver la actuación (que fue algo caótica pero tremenda), y veo que... ¡LA CORTARON ANTES DE QUE TERMINARA! (no he podido encontrar el vídeo original para ponerlo por aquí, vais a tener que conformaros con éste) El medley de NIN + QOTSA fue brutalmente mutilado por la organización, primero metiendo anuncios con su correspondiente voz en off mientras aún sonaba My god is the sun y, finalmente, dando por terminado el show cuando aún seguían los músicos en el escenario dándolo todo. Una absoluta desfachatez hacia los profesionales, los espectadores y la música en general. Esa misma noche, Trent soltó un sonadísimo "FUCK YOU" a la organización via twitter. Corto se quedó. Nos está bien empleado tanto a mí como a Trent & cia por creernos que los Grammys habían recuperado, de repente, el respeto por la música.
Pero la cosa no acabó ahí, hamijos. Aún yo con el cabreo en el cuerpo, esa misma noche me puse a ver el Royal Rumble esperando acabar el día con una alegría... y, como ya podéis imaginar, no fue así la cosa. Os pongo en situación rápidamente: el luchador más popular de la compañía es el barbudo Daniel Bryan, un tipo que lucha como los ángeles, se parte el alma en el ring día tras día y que ha conseguido conectar con el público como hacía muchos años que no se veía simplemente levantando los brazos y diciendo algo tan simple como "YES! YES! YES!". Una mina de oro para sus jefes, diréis, ¿no? Pues no, y aquí es donde viene la injusticia. Desde el pasado verano no ha habido manera de hacer campeón mundial a este hombre, y es que en las historias que se han venido desarrollando el título siempre se le ha mostrado esquivo por culpa los malvados jefes de la compañía, que no le querían ver llegar a lo más alto: ganó el cinturón, le hicieron perderlo frente a su luchador enchufado, lo volvió a ganar, se lo quitaron al día siguiente, le costaron innumerables combates, lo relegaron a otras historias alejado del campeonato... pero el público le seguía siendo fiel y reclamaba, tan insistente como inútilmente, que Bryan volviese a lo más alto... esta vez para quedarse. Lo que nos lleva al evento del domingo. El ganador del "Todos contra todos" se convierte automáticamente en el retador al título mundial del mayor evento del año de la compañía, Wrestlemania, lo que hace que sea un combate muy prestigioso y querido por los fans. Daniel Bryan, de primeras e inexplicablemente, no figuraba en los participantes (y eso que son 30, nada menos) de dicho combate y los fans nos imaginábamos que, viendo su tremenda popularidad, a la WWE no le quedaría otra que meterlo como un participante sorpresa en dicho combate para que lo acabase ganando ante el delirio del respetable. Pues adivinad qué: eso no pasó. Daniel Bryan finalmente se quedó sin participar en el Royal Rumble y, lo que es peor, el ganador de dicho combate no fue ningún otro luchador que se lo mereciera (y mira que había), sino que dicho premio se lo llevó el tan archidonocido como mal luchador (y, encima, en muy baja forma) Batista, MUY amigo en la vida real de los jefes y que había vuelto a la compañía apenas una semana antes cobrando, presuntamente, una pasta debido a su vitola de estrella y exigiendo estar, nada más llegar, de nuevo en lo más alto. Dicho y hecho. Ante la rabia de los fans de Pittburgh, que por poco no se lo comen vivo (y más aún cuando les contestó haciéndoles peinetas), Batista le quitaba de golpe y porrazo la oportunidad que tanto se merecía al ídolo de masas Daniel Bryan. Esto ya no es una historia guionizada de héroes contra villanos: es algo real. Es ver cómo en un trabajo los enchufados de turno siempre pueden conseguir lo que quieren mientras que los currantes, por más que se esfuercen, jamás llegarán a lo más alto si su jefe les tiene, por algún extraño motivo, entre ceja y ceja. Todo puede ser que la WWE finalmente acabe claudicando ante el clamor popular y poniendo a Daniel Bryan en el sitio que se merece (o incluso que todo esto no sea sino un enrrevesado plan pensado para muy largo plazo), pero en los libros de historia ya para siempre quedará que el enchufado Batista ganó el combate que debía haber ganado el ídolo de masas Bryan. Para que luego digan que el pressing catch es mentira: es tan real como la vida misma.
Boo-Tista
PD: ¡Nine Inch Nails en el Primavera Sound! Tendré que ir actualizando mi colección de camisas de leñador...